5 mitos sobre el deseo sexual

El sexo está lleno de mitos. Quizás precisamente por ese tabú que lo ha rodeado durante tantísimo tiempo o por la falta de educación sexual de la mayoría de la población, tenemos como ciertas un gran número de ideas que realmente no lo son. Muchos de esos mitos giran en torno al deseo sexual y esto es algo preocupante, ya que si creemos esos mitos podemos llegar a sentirnos muy culpables. 

Por ejemplo, ¿por qué no deseo a mi pareja? ¿Es que ya no me gusta y no me he dado cuenta? ¿Por qué esa chica se excitó durante una violación? Entonces es que quería que se lo hicieran, ¿no? Todos estos mitos sobre el deseo sexual son muy dañinos y es más que conveniente desmentirlos.

Además, si los tenemos en cuenta, también lo agradecerá nuestro bolsillo, pues posiblemente ahorraremos mucho en supuestos productos afrodisíacos que resultan de lo más innecesarios. Dicho esto, vamos a ver cuáles son algunos de esos mitos sobre el deseo sexual.

Mito 1: La excitación es lo mismo que el deseo sexual

Esto no es cierto. Podemos estar excitados y no sentir deseo y al revés. El desexo sexual, como su propio nombre indica, hace referencia a la emoción ante la posibilidad de practicar sexo, ya sea en compañía o en forma de masturbación. En cambio, la excitación es una respuesta física frente a un estímulo placentero.

Los humanos, como otros animales, tenemos multitud de zonas erógenas. Generalmente se trata de zonas con una gran concentración de nervios y pueden ser de lo más variadas. Por supuesto, los genitales pueden ser zonas erógenas, pero no las únicas. Alguien puede excitarse al estimularle partes del cuerpo como los pezones, el cuello, las orejas o incluso la cara interna de los brazos. Varía mucho de una persona a otra y, básicamente, y muy grosso modo, lo que ocurre es que ante este estímulo se activa una serie de reacciones del sistema nervioso que producen sensación de placer. 

Por lo tanto, esto es prácticamente un mecanismo de acción-reacción. Una mujer a la que están violando puede excitarse, por mucho que no sintiese el más mínimo deseo sexual. Alguien que no es homosexual puede excitarse si una persona del mismo sexo le estimula esas zonas erógenas. Es importante desterrar todos estos mitos, porque pueden confundirnos mucho y, sobre todo en casos como el de la violación, ser dañinos.

Mito 2: La lubricación es proporcional al deseo sexual

Muchos estudios sobre deseo sexual en mujeres utilizan como medida del mismo la lubricación vaginal. Sin embargo, es importante tener en cuenta que ni el deseo sexual, ni siquiera la excitación, son necesariamente proporcionales a la lubricación. Para empezar, veamos qué es la lubricación vaginal.

De una forma muy resumida, se trata de plasma sanguíneo ultrafiltrado. Resulta curioso, porque muchas personas tienen reticencias a tener relaciones sexuales durante la menstruación porque la sangre les da asco, pero en realidad en cualquier relación sexual con personas con vagina se exponen a sangre a través de la lubricación.

Cuando las paredes de los capilares de la vagina se someten a estrés por una tensión o por excitación sexual, se induce la liberación en ellos de óxido de nitrógeno (NO). Este provoca la dilatación de los vasos sanguíneos y, a su vez, la filtración de plasma entre las paredes de las células epiteliales vaginales. Este proceso de filtrado deja pasar mayoritariamente agua y unas pocas proteínas. Por eso se ve transparente. Algunas hormonas, como los estrógenos, favorecen también la síntesis de NO, por lo que en realidad es un fenómeno multifactorial.

Y precisamente por ser multifactorial hay muchos pasos que pueden fallar. Las mujeres menopáusicas, por ejemplo, al producir menos estrógenos, pueden no lubricar del mismo modo. Pero eso no quiere decir que no sientan deseo. Incluso podrían sentirse excitadas, pero no llegar a lubricar, ya que, por mucho que la excitación se relacione con la síntesis de NO, si no hay suficientes estrógenos, no se podría lubricar lo suficiente.

En el lado opuesto, alguien que produzca suficientes estrógenos y que se estimule en sus zonas erógenas podría lubricar a pesar de no sentir deseo sexual. De nuevo, esto es algo que se debe tener muy claro en los casos de violaciones.

Mito 3: Más deseo sexual significa un mayor número de coitos

Esta afirmación tiene fallos por todas partes. A veces, el deseo sexual de una persona se mide por la cantidad de relaciones sexuales semanales. Incluso en ciertas ocasiones se contabilizan solo las relaciones sexuales con penetración. No obstante, podemos sentir mucho deseo sexual y que por un motivo o por otro no nos apetezca todo lo que implica la práctica sexual. Además, el sexo no siempre es una cuestión de coitos, esto es lago que deberíamos tener superado ya.

Mito 4: Las mujeres desean menos que los hombres

A menudo se piensa que el deseo sexual es mucho mayor y más duradero en hombres. Incluso que las mujeres lo pierden con el tiempo. Pero eso no es cierto. Hay dos motivos por los que este mito se ha consolidado de tal manera.

Por un lado, es verdad que los estímulos que provocan deseo en las mujeres son diferentes. Se ha comprobado que en el caso de los hombres ocurre mayoritariamente con los estímulos visuales. Sin embargo, para las mujeres la voz o el olor de otra persona también pueden provocarles ese deseo.

Esto se debe a que la conducta sexual masculina está controlada en buena parte desde el núcleo preóptico medial y la femenina desde el núcleo ventromedial del hipotálamo, especializado en gestionar las señales procedentes de otros sentidos.

Pero, sin duda, la principal razón por la que se piensa que las mujeres tienen menos deseo sexual es algo sociocultural. No está mal visto que un hombre exprese su deseo, pero en mujeres a menudo se asocia con connotaciones negativas. Ellos son triunfadores y ellas ligeras de cascos.

Por eso, muchas mujeres optan por no expresar lo que sienten. Esto es algo que afortunadamente ha cambiado con el tiempo, pero aún hay mucho trabajo por delante para alcanzar la igualdad.

Mito 5: Los afrodisíacos son necesarios

El primer mito sobre los afrodisíacos es su propia definición. O, quizás, más que un mito, podría considerarse una imprecisión. ¿Qué es un afrodisíaco? Se suele decir que es cualquier sustancia que ayuda a aumentar el deseo sexual. No obstante, se considera que uno de los pocos afrodisíacos cuya eficacia está más que probada es la viagra y esta no aumenta el deseo sexual, sino que combate la disfunción eréctil.

Durante mucho tiempo se ha pensado que multitud de alimentos, como las ostras, la canela o el chocolate negro podían aumentar el deseo sexual. ¿Pero cómo se mide eso? Ya hemos visto que ni la excitación ni la lubricación deberían ser medidas del deseo. Tampoco el número de coitos o relaciones sexuales.

Solo nos quedarían las respuestas autoinformadas y esto es algo muy subjetivo, en lo que el efecto placebo juega un papel esencial. La mayoría de investigaciones sobre afrodisíacos concluye que no hay forma de medir con exactitud si realmente sirven de algo y que la sugestión puede contribuir en gran medida a esas respuestas autoinformadas.

Por eso, los productos naturales promocionados como afrodisíacos deben ponerse en tela de juicio. Es el caso, por ejemplo, de Deseo, un producto a base de ingredientes naturales, destinado a mujeres menopáusicas, cuyos efectos se basan en un estudio realizado con solo 50 mujeres, con resultados autoinformados y usando la lubricación como medida del deseo sexual. Puede que la presencia de algunos fitoestrógenos ayude en cierto modo a lubricar más, desde luego. Pero habría que decidir si la falta de lubricación se considera un problema realmente y, sobre todo, si esa falta de deseo se podría intervenir, por ejemplo, psicológicamente.

En definitiva, el deseo es algo complejo y rodeado de mitos. Vale la pena conocerlos para no caer en errores que pueden ir más allá de una simple confusión. Algunos pueden incluso salir muy caros. En todos los sentidos.

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