Somos muy conscientes de que estáis a un instante (y lo comprendemos en cierto modo) de lanzarnos un diccionario a la cabeza, porque vamos a comenzar el tema hablando de un anglicismo. Pero que conste en acta que nuestro objetivo hoy no es otro que dar a conocer el significado de un hábito con el que sin duda, muchas estamos muy familiarizadas. Hablamos del ‘fexting’, que no es otra cosa que el acto de discutir con tu pareja, amigos o incluso con tu ámbito laboral mediante emails y WhatsApp, en lugar de cara a cara. De hecho, según una encuesta reciente, el 62% de nosotros nos comunicamos con nuestros compañeros de oficina online, por lo que las peleas (incluso las que tienen como finalidad desenmascarar a un compi trepa) se llevan a cabo desde el ámbito digital.
Esta práctica puede responder a diferentes razones: Desde evitar que la gente de alrededor se entere del contenido de la discusión, hasta la absoluta incapacidad que tenemos de verbalizar sentimientos o de poner en práctica enfrentamientos en persona, pues nos hemos acostumbrado a hacerlo sepultados por la seguridad que ofrecen las pantallas. Jill y Joe Biden hacen el uso del ‘fexting’, como la primera dama de los Estados Unidos ha reconocido, para evitar que los miembros del servicio secreto que siempre van con ellos se enteren de sus peleas o desacuerdos. En su caso, de hecho, esta práctica sirve también para expresar pensamientos o conflictos con inmediatez en lugar de tener que dejarlos en modo avión hasta que puedan ser atendidos. La duda es, por supuesto, si el ‘fexting’ es una forma moderna de manejar conflictos que permite a todas las partes implicadas compartir sus ideas o si en realidad, demuestra que estamos perdiendo nuestra habilidad de resolver conflictos, pues el habitual uso del ‘ghosting’ e incluso la posibilidad de bloquear a los interlocutores son más llevaderos, y sencillos, que la confrontación directa.
Le preguntamos a Carlos Adeva, psicólogo clínico de Adal Psicólogos, su parecer. “En la actualidad, la gente se comunica básicamente por Whatsapp o por mensajes de Instagram. Aunque las llamadas son más eficaces, hemos perdido ese hábito. La única ventaja del ‘fexting’ es que ofrece la capacidad de decir cosas por mensaje que nos cuesta expresar verbalmente. La mayor desventaja es que el mensaje escrito siempre es interpretable, porque luego hay malentendidos, se percibe el mensaje de una forma errónea… Lo que en la actitud presencial es mucho más fácil, e incluso por vía telefónica, en un Whatsapp no se interpreta bien, pues no se captan ni las bromas ni las ironías, porque se pierde el tono. Salvo con cosas específicas, entra la percepción que cada uno tiene y lo que uno quiere percibir. Por supuesto, si alguien te cae bien, vas a percibir de forma positiva el contenido del mensaje, pero si estás en conflicto con el interlocutor, lo interpretarás en clave agresiva. Incluso si eres una persona desconfiada, verás que el mensaje se ha hecho desde un punto de vista negativo… Influye demasiado en tu propia percepción de las cosas y condiciona tu forma de percibirlas”, advierte.
Las personas introvertidas (especialmente en el trabajo) encuentran en el ‘fexting’ una buena forma de alzar la voz en un ambiente seguro en el que poder tomarse su tiempo para valorar la situación, comprender lo que quiere decir cada mensaje y responder sin gritos de por medio. Al tener que ir leyendo cada punto a tener en cuenta, podemos valorar a qué nos exponemos con la posibilidad de procesarlo sin la presión de tener que responder al instante, algo que sabemos en ocasiones no da buenos resultados… Sin embargo, ¿es posible cambiar las cosas o el mundo digital se ha convertido en nuestro ring conversacional favorito? “Creo que ahora ya es complicado cambiar las dinámicas, por lo que tenemos que intentar combinar ambos ámbitos. Diría que en situaciones en las que estás viendo que la cosa se desborda o en las que la conversación está yendo por un camino que no quieres, lo mejor es cortar la conversación y llevarla al espectro presencial. Cuando algo se negativiza o se acerca al conflicto, hay que llevarlo al plano presencial o al menos, al telefónico, que es mucho menos interpretable”, opina Carlos Adeva.
Sin duda, los mensajes que escribimos presas de la ira han demostrado que el escenario digital no es el adecuado para nuestra fuerza catártica, pues en el cara a cara, el lenguaje corporal, las expresiones faciales y los gestos nos ayudan a comprender la intenciones de la otra persona, lo que nos ayuda a calibrar nuestras acciones y reacciones. “Si recurres a tu propio dispositivo para calmar tus sentimientos de angustia por esa conexión perdida, entras en un círculo vicioso. El uso del móvil produce una mayor desconexión, no solo aumentando tu ansiedad, sino también privándote de los efectos calmantes de la interacción cara a cara”, alertan Ed Tronick y Claudia M. Gold en ‘El poder de la discordia’ (Ariel).
Las conversaciones por WhatsApp dan pie a una suerte de estilo de comunicación artificial en la que creemos que nuestro interlocutor está empatizando con nuestro mensaje e interpretándolo como si estuviéramos frente a frente, cuando lo cierto, como hemos observado, es que en el universo digital vamos perdiendo muchas claves que ayudan a interpretar y comprender lo que se comunica.
Lo que hemos de tener en cuenta es que discutir, contra lo que pudiera parecer, no es malo, como queda claro en ‘El poder de la discordia’, libro en el que sus autores revelan qué sucede cuando aparecen los desacuerdos entre las personas y cómo podemos pasar de la discrepancia a la reconexión armoniosa. Los escritores señalan que trabajar en los constantes desajustes para lograr solucionarlos, en vez de optar por el silencio y la evasión, nos ayuda a establecer relaciones profundas, duraderas y de confianza, así como adquirir resiliencia en situaciones de estrés y trauma. “Cuando escuchamos con interés las historias de los demás, sin tener siempre la respuesta correcta a un problema, creamos comunidades de conexión. En tanto que individuos únicos, siempre tendremos diferentes motivaciones e intenciones. Cuando nos involucramos en el desordenado proceso de resolver las cosas juntos, crecemos y cambiamos juntos. Nos preparamos mejor para el inevitable momento de desconexión y reparación. Para todas las relaciones, padres con hijos, hijos adultos con padres, cónyuges, hermanos, amigos y colegas, el mensaje es este: no tengas miedo de estar en desacuerdo. Comete errores. Ten rabietas. Permite la turbulencia. Pero encuentra una manera de reparar y reconectar, de encontrar tu camino”, dicen Ed Tronick y Claudia M. Gold.