El intercambio de sexo por afecto, lejos de beneficiarnos, puede hacer que nuestra autoestima se vea aún más perjudicada, ya que los demás no nos aportarán eso que nos falta.
¿Has intercambiado alguna vez sexo por afecto? En un primer momento, nadie se atreve a verificar que esto es así y la respuesta es siempre no. No obstante, esa creencia está más que instalada en nuestra mente.
Seguro que alguna vez has escuchado que los hombres dan afecto para obtener sexo y las mujeres todo lo contrario. Cuando esto sucede nos encontramos en una relación destructiva, que nos destrozará y con la que nos haremos daño a nosotros mismos.
La forma de entrar en una relación lo determina todo
¿Crees que entras en una relación porque estás enamorado o eso es lo que quieres creer? En ocasiones, nos sumergimos en relaciones por miedo a la soledad o por temor a que nadie nos quiera nunca más.
El problema está en que nunca nos planteamos ese porqué inicial que es el gran causante de todas las desgracias que posteriormente se sucederán. Tanto el miedo a la soledad como el temor a perder a la persona que necesitamos (no que amamos) provocan que, en ocasiones, terminemos intercambiando sexo por afecto.
Cuántas personas hay que mantienen relaciones sexuales sin en verdad apetecerles o aquellas que se acuestan con alguien en la primera cita por miedo a que no vuelva a querer quedar. Como podemos ver, estamos hablando de miedo, de un temor que nada tiene que ver con el amor. Es más, nuestro propio amor propio se ve mancillado debido a este tipo de actuaciones que nos llevarán a un terrible sufrimiento.
Relaciones dañinas
Sin embargo, no nos damos cuenta de que quienes primero se han desvalorizado hemos sido nosotros mismos al buscar intercambiar algo tan íntimo como es nuestro sexo a cambio de unas pequeñas dosis de afecto.
¿Qué estamos buscando? ¿Qué pretendemos llenar? ¿Nos falta algo? Estas son preguntas que debemos hacernos y saber contestar para evitar caer en estas trampas. Esas que nosotros solitos nos ponemos y que nos llevan a entablar relaciones muy dañinas.
Le damos tanta importancia al otro que hasta nos “vendemos” de alguna manera para conseguir algo de lo que creemos que carecemos. No nos damos cuenta de que de esta manera nos exponemos a que nos hagan daño, algo que suele suceder.
Creemos que somos carentes, que no somos abundantes, y por eso buscamos que otros nos completen y nos llenen aunque eso signifique intercambiar sexo por afecto.
Intercambiar sexo por afecto, ¿acaso es esto amor?
Cuando intercambiamos sexo por afecto, ¿se puede denominar a esto amor? Lo cierto es que no, en realidad es una necesidad. Estamos buscando algo que no tenemos fruto de una herida, algo que nos duele y que no sabemos que podemos sanar por nosotros mismos. Siempre tendemos a mirar hacia el exterior. Quizás es porque es más fácil, pero también es lo más arriesgado.
Y es que dejar que nuestro bienestar, nuestra felicidad, que nuestro propio amor dependan de otras personas implicará decepciones, desilusiones y muchas frustraciones.
Esto ocurre porque nadie más que nosotros puede darnos aquello que necesitamos. Las personas nunca suplirán nuestras necesidades. Además, ponernos la venda en los ojos creyendo que es amor lo que sentimos cuando en realidad es necesidad es una de las peores cosas que podemos hacer.
No estamos siendo honestos, nos estamos engañando, y lo sabemos, solo que no queremos verlo. Nuestros miedos pueden mucho más que cualquier verdad.
Un trueque peligroso
Intercambiar sexo por afecto es un trueque peligroso porque afecta a nuestro bienestar, provocándonos sufrimiento, dolor y una serie de consecuencias que nos pueden llevar incluso a padecer problemas como la ansiedad y la depresión.
No tenemos por qué intercambiar nada, porque no necesitamos nada que no podamos encontrar ya en nosotros mismos. Dejemos de creer que son los demás los que tienen la solución a lo que nos acaece, pues esta está en nosotros. No nos desgastemos tanto en vano, haciendo que esa herida que tenemos supure aún más.
Todo intercambio de sexo por afecto provocará una nueva llaga que sangrará, que será un duro golpe contra nuestro amor propio. Somos abundantes, somos amor. Solo necesitamos mirar en nuestro interior.