La cara oscura de las apps de citas

La fotografía de su perfil en Badoo, una red social de citas, era la de un modelo. Un atractivo joven que atrajo a dos chicas en seis días. A ambas les propuso un juego: esperarlo con los ojos vendados y en ropa interior. Una de ellas, de 21 años, le citó a las 16:00 horas en su propia casa y siguió las instrucciones, obediente. Habían hablado también por Facebook y WhatsApp y le había parecido «agradable», dijo en el juicio por agresión sexual en la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, y no se le «ocurrió que fuera una persona distinta a la de la foto».

Una vez que «comenzó a tocarle el sexo con los dedos y la lengua», ella se quitó la venda. Entonces descubrió que estaba con alguien no era el de la foto y «lo echó de su casa». La ensoñación alrededor de una imagen se había roto. «Hemos adoptado conductas consumistas en nuestras relaciones. Las vinculaciones afectivas se han convertido en conquistas aceleradas en las que el triunfo consiste en el hecho mismo de conquistar y ser conquistado, y no en el establecimiento de relaciones emocionales mutuas», mantiene Diego Fernández, investigador de la Universidad de Oviedo y autor principal de varios estudios sobre las relaciones afectivas en la «era Tinder». «Cabría preguntarse si esta manera de relacionarnos se ha producido debido a la aparición de las aplicaciones de contactos o si, más bien, son éstas las que han venido a llenar una necesidad».

Media hora después del encuentro fracasado, el falso modelo chantajeó a la chica. Le dijo que la había grabado con cámara oculta y que divulgaría el vídeo si ella no terminaba «lo que habían comenzado». Ella aceptó. Durante el encuentro sexual, ella «lloraba y decía que parara». Como callejones oscuros, las aplicaciones de citas pueden crear la sensación de anonimato e impunidad que propicia las agresiones sexuales de quien incursione en el terreno de los depredadores, como le sucedió a la joven de Palma. Algunas veces, como en esta ocasión, este agresor con antecedentes penales es condenado a siete años de prisión.

Aunque pueda parecer ingenuo, no comprobar la identidad de la persona con la que se planifica un encuentro forma parte del juego aceptado por ambas partes. No así el engaño. «Se debe tener presente el derecho a mantener una presencia anónima en la red, incluso cuando la app sea de carácter público y permita compartir perfiles», dice Fernández.

Coincidiendo con la sentencia de Palma, la app Badoo —utilizada por un millón de españoles cada mes, según sus propios datos— anunció que incorporaba «funciones» para reforzar la seguridad de las mujeres, como una petición de ‘selfie’ en tiempo real, el ‘modo invisible’ para la versión de pago o la verificación de perfiles para «verse antes de conocerse». «Actualmente estamos trabajando en evolucionar y desarrollar nuevas maneras de hacer que nuestros usuarios se relacionen con honestidad y seguridad», responde su agencia de comunicación. En España, las sentencias que involucran a las aplicaciones de citas para tender una trampa a la víctima son un puñado y existen casos recientes, como el de la violación múltiple de Bilbao, que todavía se encuentran en investigación.

Ella solo quería un abrazo

En las acusaciones por agresión sexual, después de quedar vía virtual, también hay absoluciones: en la Plaza de Opera de Madrid quedaron un hombre y una mujer que habían contactado por Tinder. Bebieron y subieron al piso de él a cenar. «Caricias, besos, tocamientos en la cama», dice la ponencia de la Audiencia Provincial de Madrid, hasta que «culminaron el acto sexual». Ambos se quedaron tumbados en la cama. Después ella se vistió y se marchó.

«Necesitaba que me abrazaran y no me abrazaste», le escribió camino a su casa. Pero había algo fuera de lugar. Tenía hematomas en hombros, brazos, muslos y cadera que tardaron cinco días en curar, según los hechos probados. Tinder declinó hacer declaraciones sobre la seguridad que proveen a sus usuarias. «No tenemos portavoz en España», se excusa la empresa. En su web afirman que para evitar cuestiones como el acoso se bloquean las cuentas de quien haya sido denunciado por «agresión», entre otras medidas. «Nos comportamos como antes de la aparición de estos nuevos contextos digitales, reproduciendo conductas y actitudes» que son exacerbadas por «la ausencia de la corrección y la sanción social», mantiene Fernández.

Tras el encuentro, ella le dijo que esperaba que «me entendieras y me pidieras volver a tu casa», le recriminó que fuera «brusco» y le aseguró que había llorado. Él reconoció haber sido «un poco bruto». Ella le denunció días después: él la había forzado, sostuvo. El tribunal declaró que la relación fue «consentida», basado en testimonios de los compañeros de piso del hombre y en mensajes de ella («me he acostado contigo porque he querido (…) no has hecho nada malo».

El hombre ha sido absuelto por la justicia. Sin embargo, ella, demasiado vulnerable para las relaciones sin afecto, ha requerido terapia psicológica con fármacos.

Doménico Chiappe

Artículos recomendados