La escala Kinsey de la sexualidad

Hoy en día sabemos que existen diferentes orientaciones sexuales, además de la homosexualidad y la heterosexualidad. Sin embargo, hubo un tiempo en que no fue así. Para acercarnos a la revolución que produjo el cambio, hoy queremos hablar de la Escala Kinsey.

¿Alguna vez habéis oído eso de “todos somos bisexuales“? Esto fue lo que planteó -ya en el siglo pasado- Alfred Kinsey. Este reputado biólogo y sexólogo, a raíz de su estudio, elaboró la escala Kinsey de la sexualidad, basándose en la idea de que el constructo “orientación sexual” constituye un continuo entre dos polos (heterosexualidad pura y homosexualidad pura).

A partir de su investigación, publicó lo que hoy se conoce como Informe Kinsey. Su teoría es uno de los pilares básicos sobre los que se apoyan los estudios sobre la orientación sexual y supuso una “revolución” en aquellos años. ¿Quieres conocer más acerca de tan famoso informe y de tu test de orientación sexual? Aquí te lo contamos.

Alferd Kinsey y su teoría

Alfred nació en 1894 en el seno de una familia muy religiosa, lo que marcó su infancia y su juventud. Superados los primeros años, renunció a la religión de sus padres y se hizo ateo. En 1914, Kinsey comenzó sus estudios en biología, atraído por el estudio de la conducta sexual humana.

Como profesor universitario empezó a interesarse aún más por el comportamiento sexual en humanos, percatándose de que no existían muchos datos científicos al respecto. Por ello, en 1938, comenzó su propia investigación, que duró más de 15 años. Durante la misma, recopiló datos de cerca de 20 000 entrevistas realizadas cara a cara, que le llevaron a concluir que clasificarnos como homosexuales, heterosexuales o bisexuales era antiguo y limitado.

Kinsey desafió la creencia dualista tradicional de que las personas nos diferenciamos en homosexuales y heterosexuales, según nuestra condición sexual. Postuló que ser puramente homosexual o puramente heterosexual es poco frecuente y que ser una cosa u otra es más una cuestión de grado que una cuestión absoluta, habiendo diferentes matices entre el blanco y el negro.

Hoy en día, es una afirmación que aceptamos de buen grado, unos más que otros, como siempre. Sin embargo, no olvidemos que Kinsey se aventuró a publicar este informe en los años 40-50. Quizá más que una revolución, como decía, podría haber supuesto el fin de su carrera. Sin embargo, fue justamente eso lo que hizo que sus estudios se extendieran muy rápido.

Antes de adentrarnos en los hallazgos… ¿Qué es la escala Kinsey?

La escala Kinsey establece siete niveles de orientación sexual e incluye una categoría que recogería a todas aquellas personas que no experimentan con la sexualidad (asexualidad). La escala constituye un continuo entre los polos “homosexualidad pura” y “heterosexualidad pura”.

Esta escala, como avisa el Instituto Kinsey, no es un test oficial para mediar nuestra orientación sexual, pero sí puede ayudarnos a situarnos en algún punto del continuo. Es necesario señalar que la concepción dimensional del constructo “orientación sexual” resulta acertada puesto que nuestros gustos, tendencias y preferencias pueden fluctuar a lo largo de nuestra vida y nuestra historia vital.

Niveles de la escala Kinsey

En la siguiente tabla se pueden observar los siete niveles que establece Kinsey y el porcentaje de contactos sexuales heterosexuales y homosexuales que se encontraron en cada uno de los niveles.

RANGO DESCRIPCIÓN % DE CONTACTOS HOMOSEXUALES % DE CONTACTOS HETEROSEXUALES
0 Exclusivamente heterosexual 0 % 100 %
1 Principalmente heterosexual, con contactos homosexuales esporádicos 1-25 % 99-75 %
2 Predominantemente heterosexual, con contactos homosexuales más que esporádicos 26-49 % 74-51 %
3 Bisexual 50 % 50 %
4 Predominantemente homosexual, con contactos heterosexuales más que esporádicos 51-74 % 49-26 %
5 Principalmente homosexual, con contactos heterosexuales esporádicos 75-99 % 25-1 %
6 Exclusivamente homosexual 100 % 0 %
X Asexual, sin interés por los contactos sexuales 0 % 0 %

Preguntas de la Escala Kinsey

Algunas de las preguntas que podemos encontrar son las siguientes:

  • ¿Por quién te sientes atraído?
  • ¿Con quién has tenido sexo (género de la pareja sexual)?
  • ¿Con quién has tenido fantasías sexuales (género de la persona)?
  • ¿Con quién formas fuertes lazos emocionales?
  • ¿Con quién te sientes más cómodo socializando?
  • ¿Te gusta la idea de pensar en tener sexo con personas de un sexo opuesto/del mismo sexo que tú?

Como se puede ver, no todas las preguntas se refieren exclusivamente a la conducta sexual. La mayoría de nosotros creamos fuertes lazos con personas del mismo sexo y la comodidad de socializar con determinadas personas no depende de su género, sino de su personalidad, de la sintonía que se cree entre nosotros.

Por ello, es de esperar que sea raro obtener un resultado puramente homosexual o puramente heterosexual (siempre que no se considere únicamente el aspecto de las relaciones sexuales).

El Informe Kinsey: ¿resultados revolucionarios o inconcebibles?

El Informe Kinsey, publicado en 1948, está dividido en dos publicaciones: “El comportamiento sexual en el hombre humano” y “El comportamiento sexual en la mujer humana”, que reflejan los siguientes resultados y afirmaciones:

  • La homosexualidad existía a todos los niveles sociales y ocupacionales.
  • Muchas personas no se definen estrictamente como heterosexuales u homosexuales debido a sus gustos y experiencias: solo un 4 % manifestaba una conducta estrictamente homosexual durante toda su vida y ya manifiesta durante la adolescencia.

En el caso de los varones…

  • Casi el 40 % de los varones habían presentado un orgasmo homosexual en su infancia (ya sea mediante pensamientos o actos consumatorios con otras personas).
  • El 13 % de los varones sintieron deseos homosexuales, sin que se produjera por ello contacto físico alguno; 25 % de ellos tuvieron experiencias homosexuales no incidentales entre las edades de 16 a 55 años; y el 18 % mantuvieron igual número de relaciones heterosexuales que homosexuales durante un período mínimo de 3 años, entre las edades de 16 a 55 años, pero solo el 10 % tuvo una conducta estrictamente homosexual durante un período de 3 años como mínimo y entre las edades de 16 a 55 años.

En el caso de las mujeres…

  • Solo un 13% de mujeres habían experimentado algún orgasmo homosexual a partir de la adolescencia (frente al 37 % de los hombres).
  • El 33 % de las mujeres entrevistadas había tenido algún tipo de práctica homosexual en su vida, aunque solo un 3 % de las mujeres habían sido predominantemente homosexuales durante un período de 3 años como mínimo.
  • Las mujeres, en contraste con los hombres, no solían ser promiscuas y tenían sus relaciones homosexuales solo con 1 o 2 compañeras en el 71 % de los casos.

Entonces, ¿somos todos bisexuales?

Quizá esta afirmación sea tan atrevida como la de afirmar que no existen personas homosexuales o heterosexuales “puras”. Por los años que corrían y las limitaciones metodológicas, el trabajo de Kinsey fue objeto de duras críticas.

Se le criticó porque la muestra de participantes no fue aleatoria, sino que fueron estudiantes recientemente casados y que querían hacerlo pronto. Por ello, la generalización de los resultados resulta complicada. Al tratarse de un estudio sobre conductas bastante privadas e intimas, cabe esperar que las respuestas estén bastante sesgadas y no ofrezcan un relato demasiado próximo a la realidad.

Sacar conclusiones respecto a la orientación sexual de las personas es, cuando menos, arriesgado. Un test difícilmente va a definirte. Sin embargo, la teoría de Kinsey sí sirve para abrir las mentes: dejamos de considerar la orientación sexual como una categoría dicotómica y empezamos a considerar válido estar colocados en cualquier punto de un espacio que puede tener distintas dimensiones.

A nivel social, esta “apertura” relaja bastante la presión social sobre tener que encajar, sí o sí, en una de las dos (o tres) categorías tradicionales (homosexual, bisexual, heterosexual). De hecho, cada vez es más aceptado pensar que, muchas veces, las personas no se sienten atraídas por un género en concreto, sino por la personalidad (independientemente del género) o por la inteligencia.

“Una parte del progreso social implica entender que una persona no queda definida únicamente por su sexualidad, raza o género”.

-Tim Cook-

Cristina Girod de la Malla.

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